La culpa invoca el castigo y elude responsabilidad. ¿No es cierto
que con frecuencia vivimos un sistema de vida que busca culpables para codenarles, enjuiciarles y ejecutarles? Es que el conflicto
a veces nos lo planteamos como la búsqueda de culpables e inocentes, erigiéndonos en jueces y verdugos. También ocurre que
sentimos el castigo como si fuera redentor, como si el sufrimiento fuera una purificación por el hecho sólo del dolor (la
penitencia, cargar "su cruz"). La culpa, pues, persigue, separa y señala, llamando al castigo como el instrumento de salvación.
Pero ahí se elude la responsabilidad, porque terminamos eludiendo el llamado, la búsqueda de otra manera de vivir, el sentido
de respuesta a lo que somos invitados: resistir a todo pensamiento esclavizante, a toda iniquidad dominadora, llamados a reinventar
la vida misma con otra cotidianidad, otra forma de relacionarse, sin culpas. Para ello el evangelio nos propone conocer a
Dios, responder a la experiencia de encontrarle y caminar con él.
Conocemos a Dios en su libertad compasiva
Pablo levanta la pregunta atrevidamente: ¿Dios es injusto? Ocurre que si nos
culpamos mutuamente culpamos a Dios: todo termina en un señalamiento mutuo y una evasión contínua Así no se puede vivir (¿cómo
es la vida común, diaria, bajo el reinado de la desconfianza y el reproche contínuo?). Pero Dios se muestra, se revela como
el se compadece, quien tiene misericordia: se alude a Éxodo 33:19, cuando Dios muestra parte de su gloria a Moisés, en el
momento de la promesa reiterada al pueblo aún después de la desobediencia, dando unas segundas tablas de la ley. Es que Dios
no se sujeta a la lógica del mérito, del esfuerzo propio, a la teología del premio y el castigo, a la tiranía de la culpa.
Dios es libre para compadecerse porque simplemente así es, así se muestra y así se experimenta.
Conocemos a Dios en su soberanía, limitada a la salvación
Aún el faraón, con todo su poder aparentemente ilimitado, no es más que el
instrumento de la misericorida del Señor. Dios encamina todo a la salvación y jamás se traiciona a sí mismo, por lo cual toda
palabra y acto suyos se encaminan a la salvación. Dios se limita a sí mismo, o mejor dicho se entrega enteramente en el propósito
salvador: esto quiere decir que toda palabra de Dios es amorosa y todo acto misericordioso, aún en medio de lo oscuro y contradictorio.
Pbro. Víctor Hernández Ramírez, domingo 19 de mayo de 2002
Notas para el estudio bíblico vespertino
Apocalipsis 14: 1 5
- Después de la escena del cap13 todo parece indicar que la situación es tan
terrible (¿quién puede evitar la sumisión a la Bestia, con todo su poderío y las señales de su profeta?). Pero entonces aparece
esta escena: el Cordero rodeado de una inmensa multitud, de su pueblo que es incontable. Esto recuerda la escena de Elías,
1 Reyes 19:14, cuando pensaba que na die más que él en todo Israel se mantenía fiel, pero Dios le señala que hay 7000 que
no han sucumbido a Baal, sino que se matuvieron fieles. Es muy importante considerar este dato porque nos enseña que tengamos
cuidado de no caer en un pesimismo centrado en nuestra sola percepción, sino que hay un remanente fiel, cuyo número no es
pequeño y que la fidelidad está mucho más extendida y ello se debe al poder de la misericordia del Señor.
- El Cordero está sobre el monte Sion, que simboliza la presencia inalterable
de Dios, como montaña inexpugnable. El nombre del Cordero y de su Padre habla de la comunión trinitaria: el Padre ama al Hijo
y viceversa. El número (producto de multiplicar 12 x 12 x 1000) señala al pueblo entero de Dios, como en Ap 7:1 8 y habla
de su alabanza hacia Dios en la misma presencia del Trono y ante los ancianos y seres vivientes. Pero no están "arriba", en
el cielo, sino que rodean al Cordero en el monte Sión: es una señal de la salvación en medio del mundo. La indicación que
no se han contaminado con mujeres y que son vígenes no se refiere al celibato ni es un rechazo a la sexualidad y mucho menos
es un rechazo a la mujer. Debe tenerse claro que se refiere a la idolatría, pues en la Biblia la idolatría se identifica con
la palabra "prostitución" (cf. Ex 34: 15, 16; Is 1:21; Os 1:2; Ez 23) y en el mismo Apocalipsis se exhorta a no contaminarse
con la idolatría (contra los nicolaítas, se escribe a la iglesia de Éfeso, 2:6, y contra Jezabel se escribe a la iglesia de
Tiatira 2:20) y señala que Babilonia (Roma, el imperio dominante) es la gran ramera, madre de todas las prostitutas. Son los
primeros frutos de la cosecha (Ex 23:19, Stg 1:18) y aquí no mentir quiere decir que no han invocado a dioses falsos (Sof3:13).
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